jueves, 24 de abril de 2014

Hablando con la brisa

Vuelven las clases y con ello las tareas del día a día, también las aburridas interesantes clases de Historia, hoy tengo una pequeña Historia un poco dura, pero que te hace pensar en la fugacidad de la vida. No hay que olvidar que las cosas hay que vivirlas día a día o no las disfrutas, citando a una tortuga a la que tengo mucho aprecio: el ayer es historia, el mañana es un misterio, pero el hoy es un regalo por eso se le llama presente (para el que no haya tenido infancia, es la tortuga de Kung Fu panda).

He vuelto, no me preocupo por nada y no lo haré.
Todas las tardes me siento en este banco sola,viendo pasar las horas hasta que se hace de noche y esperando algo que sé que nunca va a llegar.
Nadie se preocupa por alguien como yo, solitaria, autosuficiente, rara. Pero un día eso no fue un inconveniente para que alguien se acercara e intentara conocerme.
Aquel día estaba en este mismo banco, llegó, se sentó a mi lado y me empezó a hablar como si nos conociéramos de toda la vida. Desde ese día todas las tardes veníamos a este mismo banco y hablábamos hasta bien entrada la tarde.
Hasta que un día no llegó, el día anterior estaba bien, me prometió que iría al día siguiente porque me tenía que dar algo importante. La única persona que vino fue una señora que me preguntó, enseñándome una foto suya, si era la chica con la que pasaba las tardes. Le dije que así era y ella me dio una pequeña caja, la abrí y en ella había un pequeño colgante en el que ponía "forever". Lo apreté entre mis dedos y comprendí lo que había pasado. Su madre me contó que de camino al instituto un conductor borracho se había saltado un semáforo atropellándole, no se había podido hacer nada para salvar su vida, que cuando llegó la ambulancia ya era demasiado tarde.
Me parecía algo imposible y no la quise creer aunque me lo dijo con los ojos llenos de lágrimas.
Por eso le sigo esperando tarde tras tarde en el mismo banco de siempre, donde aún flota su risa, donde aún sigue vivo su recuerdo. 

miércoles, 9 de abril de 2014

Para siempre


Ya sé que hoy no es jueves pero esque este jueves me voy antes y no voy a dar Historia así que he escrito esto en otra clase porque si no me quedaba sin Historia en Historia. Prometo que está enteramente escrita en clase de Historia.Espero que os guste.

No olvidaré nunca la expresión de su rostro aquel día, cuando se lo dije no pudo eliminar la sonrisa de su cara en lo que quedó de día.
Había hablado con su compañera de piso para que jno hubiera ningún problema a la hora de llevar a cabo mi idea, al darme su aprovación procedí a arreglar el piso. Lo puse todo en orden y preparé su comida favorita.
Se acercaban las siete de la tarde y tenía que ir a buscar una cosa antes de que llegara.
Llegaron las ocho y todo estaba listo, había hecho las camas, ordenado la ropa, fregado el suelo, preparado la comida y había puesto la mesa. Todo estaba perfecto.
Entró en el pisó y se sorprendió de que estuviera allí, la abracé y la besé antes de sentarnos a la mesa. Cenamos tranquilamente y cuando llegamos al postre me dice:
-¿Por qué?
-Porque es tu cumpleaños y te lo mereces
-Eres el mejor
-Pues espera y verás
No podía esperar más, fui a la habitación y le llevé un caja. Al abrirla se le iluminó la cara al sacar al pequeño gatito del interior. Unas lágrimas de alegría resbalaron por sus mejillas mientras abrazaba al pequeño gato negro y naranja.
-Se llama Calabaza
-Me encanta, de verdad
-Pues espera que aún hay más
Saqué una pequeña cajita del bolsillo de mi chaqueta y la puse delante de su cara con la abertura mirando hacia ella.
-Llevamos cinco años juntos y nunca he estado tan enamorado de nadie por lo que... amor mío... ¿quieres casarte conmigo?
-Síííííí
Se levantó de la silla dejando a Calabaza en el suelo y nos besamos con pasión. Cuando nos separamos solo pudo decirme una cosa antes de volver a besarme:
-Para siempre
-Para siempre
De esto hace ya veinte años y la sigo amando igual o más que el primer día. Ella es lo mejor de mi vida y lo será para siempre.

jueves, 3 de abril de 2014

Máquina del tiempo

Hoy he tenido un pequeño problema a la hora de escribir esta Historia en Historia, resulta que ahora quiero (increíble pero cierto) tomar apuntes y prestar más atención en clase, además hoy me ha puesto el profe en segunda fila así que ha sido más complicado, pero no os he fallado. El término máquina del tiempo inversa la utilizó un profesor al que yo aprecio muchísimo (no era máquina del tiempo inversa, sino máquina del tiempo que funciona al revés más o menos) y al que le dedico esta Historia.

Ya están todos, ahora subirán uno a uno y me lanzarán la más amplia (y en algunos casos falsa) de las sonrisas. 
Les estrecho la mano a todos y cada uno de ellos mientras les doy la enhorabuena y pongo un diploma en sus manos. Una vez entregados todos debo pronunciar un pequeño discurso ante todos los asistentes, al acabar hay aplausos y vítores. Sonrío a todas esas personas que abandonan para siempre el instituto para dirigirse a la universidad. Llevo diez años como directora y profesora del centro, y año tras año en la graduación de segundo de bachillerato pasa siempre lo mismo: al comenzar, sonrisas, seguidas del llanto de los más sensibles al darse cuenta de que a la mayoría no les volverá a ver, promesas de seguir en contacto para acabar finalmente con más sonrisas y lágrimas, esta vez, de alegría.
Esta es una máquina del tiempo inversa, funciona al revés, en estos actos los homenajeados tienen siempre la misma edad mientras que yo soy cada vez más vieja. Pero todo esto no importa porque la satisfacción que me produce observar las caras de las personas que acaban de terminar una de las fases más importantes de su vida, esas personas a las que he visto crecer desde que entraron en el instituto en primero y a las que he ido cogiendo cariño con el tiempo, no tiene precio.
Pero hay algo mejor que el mero hecho de que me den las gracias por ayudarles durante la larga travesía que es el instituto, y es el que vengan años después con una sonrisa enorme a contarme que han terminado la carrera y están trabajando en lo que de verdad les apasiona. 
Una vez vino un ex-alumno a hablar conmigo (fue uno de los primeros que se graduó) y lo primero que hizo fue darme un abrazo, me contó que gracias a mí había aprendido mucho, que se había dado cuenta de que a los estudiantes les preparan durante años intelectualmente para el futuro, pero que yo soy la única que los prepara emocionalmente para afrontarlo. Por cosas como esta merece la pena seguir viendo a los estudiantes como algo más que calientasillas, son personas dispuestas a las que hay que apoyar, animarlas a seguir adelante y a no rendirse jamás a la hora de perseguir sus sueños. 
Yo no creo en los números, yo creo en las personas.